martes, 19 de abril de 2011
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Estoy transitando un momento de incertidumbre, sobre algo en lo que antes sentaba mis bases y que tiene que ver nada más y nada menos que con las creencias. Así como vengo planteando en la mayoría de mis escritos el concepto de que todo fluye, encuentro en el fluir la posibilidad o mejor dicho la oportunidad de cambiar. Pasar de un estado, de un momento o de un lugar a otro sin aferrarse, es la calve del fluir. Hoy algo está cambiando dentro y fuera de mí.
La diferencia entre antes y ahora, es que antes no dejaba entrar las preguntas, simplemente porque traen aparejado el dudar sobre algo que ya está sentado, y por tanto obtenía de ello una aparente seguridad. Dudar implica replantear y volver a comenzar. Lo que sucede es que cuando uno NO tiene la suficiente madurez para interrogarse, nos toma de las manos el miedo a que el suelo que hoy pisamos, metafóricamente, nos deje caer.
Es así que esa aparente seguridad nos sirve para dejar fluir otras cuestiones de la vida, mientras nos mantiene firmes en la creencia, que nos fue infundada desde el nacimiento, almenos en mi caso.
Fui bautizada, tomé la comunión, la segunda comunión, la confirmación y asistí durante doce años a un colegio de religión Católica, Apostólica Romana. Soy hija de padre Ateo y de madre creyente, aunque no somos practicantes. Por lo tanto mi creencia siempre ha recorrido un mismo camino.
Cuando hablo de que algo nuevo se está gestando en mí, tiene que ver con que he trabajado hace ya unos pocos años, en sentar las bases primero dentro de mí, para luego llevarlas fuera. Es decir el camino inverso a lo que me fue infundado. A partir de que empecé a creer en mí, a tener fe en mí, a buscar dentro mío, adquirí mi propia seguridad. Esto hace que, ya segura, comiencen a llegar las dudas sobre lo que antes creía que me daba seguridad.
Es entonces que hoy con todos los interrogantes, decido dejar fluir mis creencias. Es momento entonces de experimentar, de conocer, de estudiar y por tanto de iniciar el camino para encontrar la creencia con la que verdaderamente me identifique, valga la redundancia, la que yo elija.
He comenzado a notar que “esto” que estoy dejando fluir, tiene una conexión muy grande con la trascendencia, con la energía, con el vínculo, ya que el propio camino comienza a llevarme al encuentro con otros seres que transitan las mismas cuestiones.
Hoy por ejemplo NO quiero creer más en el “castigo divino”, ni en la bajada de Dios a ciertos hombres, que son exactamente iguales a mí. Aun respetando muchas otras cosas que si comparto, hoy elijo creer en las personas, elijo creer que si hay algo superior a mí (como ser humano) llámese Dios o no, elijo obrar sin miedo al castigo, consiente de mis actos responsables y por sobre todas las cosas elijo COMENZAR A DUDAR, aún de aquello que me convenza.
Se que no será fácil, y aun mientras escribo lo siento. Pero sé que hay algo más y mi ser está listo para empezar a buscar. El camino lo inicio para mí, desde mí y lo importante será que no me importará cuan largo sea, mientras que en el transcurso viva conectada y consciente de que la búsqueda será para crecer, aun en la fe.
Sin más… Un saludo para todos y será hasta la próxima.
G.M.
miércoles, 6 de abril de 2011
Un misterio
Misterioso, lujurioso y perdido, vaga por la vida encendido de sueños.
Cae y descree pero vuelve a sumergirse como un pez con capacidad de volar
La luna lo espera y la noche es su amiga que le repite el mito del nunca más.
Vagabundo, solitario y voraz. Le pesa el miedo de no despertar.
Los mares abundan junto al silencio más cruel, pero navega en ellos sin vacilar.
A cada paso un abismo, a cada sitio un adiós…
Su sombra dibuja el deseo que fue, y sus pasos se esconden al verme volver.
Donde quiera que sea se arrebata melodías, que antes compartía y ya no.
Las va tomando del aire, como la sabia, como la luz
Y cada vez que pasa suspira su propia cruz…
Te veré tal vez en el cosmos, en mi limbo o en el edén
O tal vez ya no vuelva…
Pero solo una cosa quiero que veas... y ya no volveré a hablar…
Recuerda que eres un pez con capacidad de volar.
viernes, 21 de enero de 2011
Los rollers encantados
Hoy me preguntaba cuanto es el tiempo que tardamos en perder interés o “des-maravillaros” de nuestras elecciones.
Ya desde niños esto, al menos a mi me sucedía. Recuerdo una época en la que estaban de moda los rollers, y yo los deseaba con absoluta locura. Era capaz de limpiar mi habitación 50 veces al día, traer a casa las mejores notas, ayudar en todo, con tal de tenerlos. Finalmente un día del niño, los rollers llegaron. Mi alegría era inmensa, ese día me los puse y durante una semana iba y venía en rollers con absoluta excitación, como si nada en el mundo se le pareciera. Con ellos era feliz, ni muñecas, ni osos, ni siquiera la soga lograba captar mi tiempo.
Pero al cabo de unas dos semanas más, aproximadamente, habían quedado allí dentro de su caja. Ya me cansaba atarles los cordones, me aburría de ir y venir, me comenzaban a parecer incómodos… había perdido el interés en ellos… la emoción. ¿Qué había ocurrido?....
Hoy podría decir… había cerrado una gestalt… y seguro estaba deseando algo nuevo. Pero las cosas comienzan a complicarse a medida que crecemos. De chicos se trata de juguetes, de objetos… pero de grandes se trata de los acontecimientos de la vida misma.
Queremos un determinado título, anhelamos un trabajo, un determinado estatus… Luchamos por llegar, sacrificamos en el esfuerzo muchas cosas, lo obtenemos, nos emocionamos, nos excitamos, sentimos que nada se le compara… y luego toda esa exaltación se pierde como las palabras en el aire.
¿Y entonces qué?
Me pregunto que sucede entre ese instante en el que el cuerpo nos vibra intensamente, y aquel instante en que todo desaparece, como si nunca hubiese pasado por allí. Y uno se dice a si mismo ¿Pero cómo puede ser, si hasta hace un tiempo parecía lo mejor que hecho en años?...
Gente… lo que pasa entre ese instante y el siguiente… ES LA VIDA MISMA.
Aunque no nos demos cuenta, fluye tan rápido que solo notamos los cambios, porque hasta nos cuesta verla correr. En esos soplos de excitación tendemos a nublarnos con un “quisiera que esto dure para siempre”… y de un momento a otro, todo cambia tanto que nos preguntamos qué era lo que hacíamos aquí… o porque lo habíamos elegido.
Realmente me gustaría darles una fórmula, o que la misma tan solo existiera para sobrellevar el desencanto. Pero no la hay… nos pasará una y otra vez en todos los planos de la vida. Porque cambian los tiempos, y con ellos las necesidades, los deseos, a veces hasta los mismos sueños.
Solo sepan que nada es mejor o peor, simplemente LO QUE ES ES y eso es lo que no cambia, porque no podemos cortar el rumbo de la vida. Al río podemos desviarlo, limitarlo, pero no podemos cortar su afluencia, porque luego viene con más fuerza… y todos saben lo que sigue.
Lo que si les puedo decir que el desencanto, como las derrotas son lo que nos hacen más fuertes, son los que nos permiten crecer. Tendremos que permitirnos DESENCANTARNOS, simplemente para volvernos a ENCANTAR.
Hace tiempo en una de las vueltas a mi casa encontré la caja, y allí dentro estaban mis añorados rollers, casi nuevos. Por supuesto que volví a encantarme y deseaba ponérmelos como si nunca los hubiese usado. Pero ¿Saben qué? Ya no me entraban… y entonces aprendí dos cosas.
La primera, hay que disfrutar tanto el momento del encanto porque es único y a veces irrepetible.
La segunda, podemos volver a ENCANATARNOS con las mismas cosas todos los días…¿CÓMO? Depende solo de nosotros.
Un saludo enorme a todos! Y será hasta la próxima entrada!.
G.M.
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