A veces las palabras tardan en llegar… pero llegan y traen consigo el aire fresco de las emociones, las intensidades y los sentimientos alojados en el vivir pleno. Todavía cierro mis ojos y puedo sentir la orquesta de croares y grillos creando melodías de ensueño, dulces, simples, bellas. Canciones en las noches colmadas de luciérnagas y estrellas, que danzan en la tierra y el cielo. La luna abrazando con su luz, coronando la grandeza de aquellos pequeños momentos felices. Mis pies desnudos en el pasto fresco… y la brisa suave… perfecta. El elixir de un buen vino en la puesta del sol, y la compañía de seres maravillosos que alojan mundo en su sangre. Las miradas abiertas en el horizonte, los cielos pincelados y las caminatas por el paraíso. Los vientos huracanados, los remolinos de hojas y flores, poseídos por la fuerza natural. El mismísimo jardín del edén. La unión de las culturas, las danzas compartidas, las noches en vela….Los sueños profundos y los despertares calmos, revuelta en un edredón de plumas. El perfume de las flores, los agasajos, los cantos, los brindis… Las tardes de nirvana recostada en el ala de una pequeña laguna. El vuelo de las aves, flotante y sereno. El tango con sus penas y sus aromas. El matecito de las mañanas y la compañía de Teno… un fiel amigo y camarada de pelo suave y mirada simple… siempre dispuesto a las caricias. El fuego, la mesa larga, el desfile de sabores y colores… el equipo, la cocina, la verdura fresca y la fragancia de la primavera.
Todo estaba allí latiendo…intenso… sublime…
Gisele Molinariel campo.