lunes, 6 de diciembre de 2010

Hasta siempre : La niña que fui


Aquel día fue la última vez que la vi. Poco a poco su silueta se desdibujaba en el abismo. Unos instantes antes sus ojos me pedían por favor… pero se lo negué una y otra vez apagando sus caprichos hasta soltarle sus manitas. Nunca antes había tenido el valor de hacerlo… siempre me convencía…

Recuerdo esa escena como una pintura. Su tez blanca estaba rodeada por su cabello castaño que dibujaba senderos eternos, adornado siempre de flores… violetas, rojas, blancas, parecía siempre salir de un cuento. Aquella mirada pícara y sus labios carmesí esperaban cada año los azares de la primavera. Sus dientes blancos abrigados de una esplendida sonrisa tapaban cuánto dolor o enojo se quisiese apoderar de sí. Y aquellos pómulos apenas cincelados como dos frutillas, invitaban a probar…

Allí estaba, vestía cada día de arco iris y caminaba de la mano de la esperanza y el ensueño …

Pero tenía que dejarla partir… los juegos se habían acabado aquí y la vida desteñía de a poco el rosa de su esencia.

Era tan frágil, confieso que me costaba soltarla… Pero aquí ya no había nada para ella, y su pequeño mundo desaparecía dando lugar a pasadizos desconocidos… y ya era tiempo de tomarlos.

Por supuesto que iba a extrañarla, pero sabía que sus huellas aún quedarían para recordarla. Lo supe cuando me pidió una última cosa… Clavó sus ojos cristalinos en los míos ye me dijo:

-No me olvides….

Al comienzo asentí con recelo, pues quería olvidarla de una vez para que la sensación desapareciera…. Pero al verla esfumarse sabía que la recordaría por siempre… porque lo mejor que tenía se había encargado de dejarlo en mí.

Tomó sus toboganes, sus cuentos, sus colores estridentes, algunas de sus flores, sus inseguridades, su dependencia, parte de su dulzura, alguna de sus sonrisas, su fragilidad, sus caprichos y su polvo de estrellas, me guiñó ojo y partió….

La primera sensación fue de despojo, pero luego supe que aquí y ahora el tiempo exigía algo más, que ella no estaba preparada para dar y que yo sí…

Su estancia fue maravillosa y dejé que fuera plena… Su días conmigo sirvieron para preparme… para calmar las ansiedades propias de lo que está por venir…

Dejó un baúl con sus albures de niña… del que aún hoy puedo tomar de sus bosquejos en pequeñas dosis para contactarla y saber que está…

Hoy sin ella la mujer explota como los capullos de la primavera, para dar lo mejor de sí…

Era tiempo de crecer… y una nueva etapa trae un baúl de seguridades, de confianza, de nuevos sentimientos, de fuerza, de entereza y de realidad…
Ojalá todas las despedidas fueran como esta…

Gracias a la niña que fui

G.M.

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